El formato del tondo es siempre una imposición, un obstáculo con demasiados sectores que fuerzan compositivamente la obra. El borde arrastra, coloca los elementos con una lógica implacable. Esta pintura nació en mi mente emparentada con otra, anterior, la Metamorfosis de Queso Gruyere, que sin embargo respira otra atmósfera. Esta dama cactus comunica con su epidermis tanto la aspereza, la distancia, como la capacidad generativa de su renovado florecimiento. Algunos elementos en principio accesorios, como la pequeña fauna que habita entorno a ella, terminaron asumiendo mayor protagonismo, quizás por fuerza de la composición misma, como si tuvieran una significación mas definida de la prevista. El detalle para mí importante es el del frasco con pigmento carmín derivado de la cochinilla mexicana (Dactylopius Coccus), de histórico uso, demostrado aquí encarnado en el uso real del pigmento en todo el fondo, -matizado con minio de mercurio- que muestra la belleza de la hembra del pobre insecto, retratado fijado en algunos trozos de cactus en el primer plano, también.
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